Autor:
Mauricio Sandoval Cordero
«Articulación». Ilustración digital. Andrea Bravo (2020).
1. Punto de partida
La crisis civilizatoria –y el posible colapso– que atravesamos a nivel global con implicaciones regionales y nacionales (Vega, 2019), ha sido agudizada por la crisis sanitaria del Covid-19. La aparente estabilidad de muchas prácticas de la vida cotidiana ha sido puesta en suspenso o entredicho, debido a la intensificación de las desigualdades sociales de poder históricamente existentes (de clases sociales, de sexo-género, de etnia-raza, etc.) gracias a la incertidumbre generada por la pandemia.
Sobre esto, resulta recurrente escuchar la idea de que las consecuencias de la pandemia generarán irremediablemente una agudización de las contradicciones y el colapso social. Contra esto debemos plantear la apertura de la contingencia histórica del momento presente, la necesidad de intervenir políticamente desde la coyuntura actual para evitar que se cumpla eso que se ha posicionado como irremediable, lo que implica un reto de análisis, organización e imaginación política, además de un cambio institucional para luchar contra la incertidumbre, el derrotismo y el colapso (Biglieri y Cadahia, 2020).
Es por esto que entonces uno de los temas fundamentales para comprender el momento histórico que estamos atravesando, versa sobre cómo realizar dicha intervención política que resulta necesaria, lo cual viene acompañado de pensar y ensayar formas organizativas e institucionales que sostengan e impulsen los cambios requeridos, así como de gestionar y direccionar los deseos políticos de dichas transformaciones en un sentido popular, para hacer posible el enfrentarnos al reto de imaginar nuevas formas de convivencia y (re)producción social (Naser, 2018).
Por lo que a continuación presentamos algunos apuntes sobre el tema, a partir de los aportes de la teoría política contemporánea producida desde América Latina, el Caribe y el Sur Global, específicamente la ubicada en la intersección entre el republicanismo plebeyo o socialista [1] y los marxismos que se han conectado con lo nacional-popular en nuestra región [2].
2. El momento republicano
Teniendo claro el punto de partida, toca dirigirse entonces hacia la necesidad de pensar desde la coyuntura actual, y para esto es perentorio un análisis inmanente y realista, así como la creación de una nueva gramática política que dé cuenta de los retos que enfrentamos.
Cuando hablamos de análisis inmanente y realista estamos haciendo alusión a una forma de comprender lo social desde sus formas de (re)producción y configuración política, la composición de la estatalidad en cuestión y las contradicciones que la constituyen (Cortés y Tzeiman, 2017). Para esto se debe identificar cuáles son las coordenadas en las que se gesta el conflicto político actual y comprender las relaciones de fuerzas políticas que pugnan en ese conflicto, esto para poder dar un diagnóstico adecuado sobre el campo de lucha en el que vamos a intervenir.
Es así que podemos decir que en la coyuntura actual estamos atravesando un «momento republicano», en el que la importancia de lo estatal vuelve a tomar centralidad en el juego y debate político, en medio de varias décadas de hegemonía neoliberal que implicaron el desgaste y la destrucción de las ya de por sí débiles formas estatales latinoamericanas. El síntoma más claro de este momento es que diversos gobiernos y fuerzas políticas a nivel mundial están planteando y ensayando medidas que implican iniciativas estatales, incluso organismos internacionales que en otros momentos se mostraban abiertamente reactivos a estas políticas, están recomendado medidas en dicha vía. Esta reinterpretación o este resurgimiento de lo estatal se sostiene en el tanto los aparatos e instituciones estatales son los únicos capaces de dar contención adecuada a la crisis de sanidad [3], esto porque resultan necesarias políticas de amplio alcance y a gran escala, que estén orientadas en una lógica pública [4].
Ahora bien, si estamos viviendo un momento republicano ¿de qué forma se juega el conflicto político central en este momento? La respuesta la encontramos en la forma en que se direccionen los deseos políticos y la configuración estatal, ahí se juega el conflicto político central.
Por lo que nos enfrentamos a la disyuntiva de que si esa intervención se va a dirigir hacia la aceleración del desgaste de las condiciones de vida de las grandes mayorías, debido a las políticas impulsadas por las fuerzas socioliberales, conservadoras o neofascistas [5]; o si más bien dicha intervención se dirige en una dirección popular, en donde las fuerzas políticas del campo popular ensayemos proyectos políticos que signifiquen la mejora inmediata de las condiciones de vida por medio de un proceso de transición, para que en el mediano o largo plazo se logre la creación de nuevas formas de convivencia y (re)producción social y ambiental para las grandes mayorías.
Lo anterior implica tener clara la coyuntura política en la que cada país se encuentra y la composición política de cada gobierno nacional, así como la inserción de la producción nacional en el capitalismo global, ya que esto incide en las estrategias y tácticas que deben seguir las fuerzas del campo popular en el centro y en los márgenes del escenario de disputa estatal. En esto es relevante tomar en cuenta los efectos concretos del accionar gubernamental, de la voluntad política y la toma de decisiones, en el sentido de que si las políticas promovidas sirven para dinamizar los procesos de cambio y ensanchamiento de las bases y movimientos políticos populares, o si más bien los entorpecen; o si por otro lado, son políticas abiertamente reactivas o reaccionarias (Cortés y Tzeiman, 2017).
Siguiendo esa vía llegamos a la cuestión de cómo se gestan los cambios y disputas institucionales, así como las políticas públicas y sociales que implementan dichos cambios en los territorios y las comunidades [6]. Sobre este aspecto podemos señalar que la construcción de estatalidad se gesta en medio de disputas políticas entre fuerzas que luchan por la forma de las arquitecturas políticas y los instrumentos que determinan la cobertura, los beneficios y la equidad de las políticas, programas y proyectos (Martínez-Franzoni y Sánchez-Ancochea, 2019). Es decir, la disputa política se vive en la propia gestión del entramado institucional. Esto no es algo nuevo y por supuesto que es bien sabido por las ciencias sociales desde hace mucho tiempo, sin embargo, es un aspecto que muchas fuerzas y proyectos populares suelen en el mejor de los casos desatender y, en el peor negar (Stoessel y Ramírez, 2018).
Sea cual sea el escenario que atravesemos, por arriba con gobiernos populares y procesos estatales en transformación o de gobiernos reactivos/reaccionarios y de continuidad de la destrucción social, y por abajo con dinamización e impulso del campo popular o con repliegue del mismo; lo cierto es que no existen fórmulas organizativas ni estratégicas para llevar a cabo la lucha, siempre es necesaria la creatividad y la imaginación política y una fuerte dosis de realismo (Sandoval, 2020). Esa potencia creativa debe dar cuenta de las herencias históricas y las trayectorias de lucha y organización del campo popular de cada contexto, así como de la capacidad de crear una gramática política que explique, proyecte y seduzca a los sectores populares con el proyecto político en construcción.
La creación de una gramática política es la creación de un lenguaje, de una forma de nombrar las cosas, de definir cómo se entiende el ámbito de juego y cómo se gesta la disputa ideológica (Cano, 2015). Los productos artísticos y culturales son piezas fundamentales en este aspecto, no se trata sólo de crear palabras y discursos que proyecten los deseos de transformación del campo popular para construir un nuevo sentido común, sino también de producir imágenes sociales que conecten con la sensibilidad y la pluralidad de los sectores y las fuerzas populares con el objetivo de convertir esos sentimientos de cambio en fuerzas de dirección política del conjunto social (Cadahia, 2017).
Cabría preguntarse cuál es la mejor manera de impulsar la creación de esa gramática en un escenario donde ni la mayoría de las organizaciones de mediación y proyección (partidos, movimientos o colectivos políticos, etc.) ni los aparatos e instituciones estatales en transformación, tienen capacidades instaladas para impulsarlo. Por lo que uno de los retos actuales recae en el cómo las instituciones pueden crear nuevas subjetividades que rompan con los colonialismos heredados y los dispositivos y matrices de dominaciones sexo-genéricas, étnico-raciales y de clase. Sin duda este es uno de los puntos clave que determinan la radicalidad y profundidad de las transformaciones, así como su sostenibilidad en el tiempo (García Linera y Errejón, 2019).
3. La urgencia de lo nacional-popular
El escenario que se abre con el momento republicano nos empuja a reactivar urgentemente lo nacional-popular como tradición y experiencia política que se ha forjado en América Latina, el Caribe y el Sur Global a partir de múltiples experiencias de lucha y organización política del campo popular: experiencias de carácter populista o (inter)nacionalista, de socialismo democrático o revolucionario, de antiimperialismo o decolonialidad; que han logrado articular sectores y movimientos de personas trabajadoras (sindicales y cooperativas), feministas y de diversidad sexual, comunitarios y vecinales, indígenas y (afro)caribeños, migrantes, ambientalistas y ecologistas, artísticos, estudiantiles e intelectuales, entre otres [7].
Esta reactivación política consiste en volver a hacer visibles las historias subterráneas que dan vida al campo popular para actualizar la experiencia de lo nacional-popular según los retos políticos del presente (Biglieri y Cadahia, 2020). Estos desafíos consisten en retos de organización y articulación política, de definición de estrategias y tácticas, de construcción de programas políticos, de capacidad de traducción y gestión estatal, de comunicación y batalla ideológica, así como de conexión con las sensibilidades populares. A continuación desarrollamos algunas notas al respecto:
3.1. Retos organizativos
La organización del campo popular es un tema de primer orden para lograr la reactivación política, comenzando por la necesidad de superar los modelos de organización del siglo XX para crear formas adecuadas al presente. Como bien se indicó anteriormente, no existen recetas, necesitamos imaginación y realismo para encontrar la manera de dinamizar y sostener las transformaciones, y para esto es primordial que las estructuras de las formas organizativas den cuenta de la diversidad de los sectores y movimientos del campo popular, expandiendo y respetando las diferencias pero procurando la unidad mediante la articulación.
En ese sentido, la articulación política se posiciona como necesaria para ampliar las bases sociales y organizativas del campo popular, con el objetivo de intensificar los poderes de intervención y decisión política. Históricamente la articulación ha sido un principio político central en las experiencias nacional-populares, ya que es la dinámica organizativa que permite superar las lógicas, intereses y perspectivas particulares de cada sector o movimiento al inscribirlas en un ámbito de convergencia, colectividad y producción política común (Lledín y Portillo, 2019).
Dicha superación se realiza en el tanto cada sector deja de enfocarse solamente en las lógicas de la identidad y la diferencia, para generar vínculos en torno a aspectos comunes. Esto es posible cuando se logran identificar las contradicciones internas a los sectores y movimientos populares, ya que el campo popular contiene deseos de transformación pero también de conservación, por lo que la clave se encuentra en reconocer los elementos de cambio de cada sector específico para proyectarlos en dinámicas de transferencia y articulación colectiva con los de los demás sectores populares (Cadahia y Coronel, 2018). Esto crea así un espacio común sobre el cual podremos acumular fuerza.
Por último, un aspecto importante en la articulación es que no debe realizarse sólo entre sectores y movimientos, sino también, en y entre las distintas escalas de intervención política, ya sea a nivel global a través de la creación de vínculos internacionales con una clara vocación internacionalista en un sentido Sur-Sur; como a nivel regional a través de las redes y conexiones políticas (sub)continentales; y a nivel local teniendo en cuenta la potencialidad de articular las desigualdades de los territorios de acción de las periferias y los centros de los países, además de los vínculos entre zonas rurales, costeras y urbanas. Esto es fundamental para que el espacio político común de lo nacional-popular tenga la multiespacialidad geográfica necesaria para cubrir todas las escalas y territorios existentes.
3.2. Retos estratégicos y tácticos
Otro de los retos de reactivación a los que nos enfrentamos desde el campo popular es el de concebir la dimensión estratégica de la política, la política como arte estratégico (Bensaïd, 2017), ya que esta capacidad de pensamiento y análisis estratégico se olvidó cuando se perdió el horizonte de transformación global con la caída de los socialismos realmente existentes y la derrota global de las izquierdas al finalizar el siglo XX.
Por lo que entonces la política como arte estratégico consiste en volver al arte de pensar y ejercer el poder de transformación (inmediata, radical o gradual) y su relación con la forma estatal (indirecta, directa o ambas), así como los procesos concretos de acción o práctica política (acción directa, parlamentarismo y gestión institucional, organización comunal y sectorial, etc.) y su paso a la construcción de poder político.
Estas distintas rutas deberían ir trazándose según las condiciones políticas concretas y realmente existentes, y de acuerdo a la expansión o contracción de los márgenes de posibilidad, teniendo capacidad de priorizar cuáles son las más adecuadas y relevantes para lograr los objetivos políticos, pero reconociendo que no son exclusivas ni excluyentes entre sí y que no son absolutas sino que se pueden modificar. Lo más importante es que esta configuración estratégica y táctica parta de la experiencia histórica, y que transmita y proyecte los deseos de transformación colectiva del campo popular, a la vez que brinde capacidad de dirección política a los sectores que se encuentren desorientados (Dean, 2017; Garo, 2019).
Asimismo, es relevante que los programas políticos construidos tengan coherencia con las coordenadas estratégicas y tácticas, y que estos se operacionalicen en propuestas concretas e innovadoras para todos los ámbitos sociales existentes. En otras palabras, esto no se resuelve sólo con tener imaginación política, necesitamos también capacidad técnica y programática.
3.3. Retos de gestión estatal
Como hemos argumentado, no basta con una buena organización política del campo popular, es necesaria también una propuesta de cambio y capacidad de gestión institucional, sobre todo teniendo en cuenta el momento republicano que atravesamos. De modo que el reto de reactivación al que nos enfrentamos implica el ensayo de construcción y gestión institucional partiendo de una escasa producción teórica desde el campo popular sobre este tema.
Y es justamente esta cuestión, uno de los ejes centrales sobre el que debaten internamente los movimientos y organizaciones del campo popular en América Latina, el Caribe y el Sur Global, ya que las tradiciones anarquistas/autonomistas encuentran necesariamente en la dimensión estatal una forma de dominación, cooptación y desarticulación de los movimientos populares, por lo que sus proyectos políticos se plantean siempre contra la forma estatal (Cortés y Tzeiman, 2017).
En nuestra región esas disputas son ampliamente difundidas y las nociones autonomistas han ido expandiéndose en los deseos de cambio del campo popular, por eso es que es necesario superar el autonomismo al replantear la estimación de la estatalidad como campo de batalla y disputa política, ya que ahí se gestan las posibilidades de tener instituciones de amplia dimensión, que brinden seguridad y mejores condiciones de existencia para las grandes mayorías, y que además intervengan como motor de dinamización de los movimientos y organizaciones populares (Cortés y Tzeiman, 2017).
El factor relevante para generar lo indicado anteriormente y que la dimensión estatal no entorpezca la avanzada del campo popular, es el de generar capacidad de traducción desde la lógica de la resistencia, la lucha y la organización política hacia la de la producción de materia estatal. Esa traducción debe basarse en la comprensión de lo que se gana, se pierde y se transforma al pasar de un registro a otro, asumiendo el reto de que la gestión y los cambios institucionales deben producir una ampliación de los límites de lo posible dentro de los procesos y proyectos de transformación (Cortés y Tzeiman, 2017; Starcenbaum, 2016)
Una forma de posibilitar que la traducción sea realizada de la mejor manera es la de vincular a los movimientos y organizaciones del campo popular con la producción estatal, relacionando así el campo de disputas políticas y relaciones de fuerza a nivel social con la posibilidad de transformación política a nivel institucional. En esta instancia de mediación entre las luchas y las demandas hacia las leyes y las instituciones, se debe generar debate público y negociación política con efectos vinculantes entre políticos, especialistas y organizaciones y movimientos del campo popular; lo cual permitiría entrar también en la batalla ideológica al crear opinión pública que sostenga la avanzada de las transformaciones y que a la vez haga frente a los cercos mediáticos de los medios hegemónicos (Cadahia, Coronel, Guanche y Stoessel, 2020).
Este ejercicio de traducción tiene como finalidad la creación de capacidades técnicas y programáticas, esto es, capacidades para construir un espacio común que se exprese mediante un programa estatal, en el que se dé la posibilidad de aglutinar a todas aquellas propuestas del campo popular que impliquen nuevas formas de gestión institucional y administrativa alternativa, y de creación de políticas públicas y sociales innovadoras con sus respectivas arquitecturas. Dicho espacio es el encargado de que se concrete sociomaterialmente el proyecto político, por lo que debe orientarse en una dirección de transformación de las formas de (re)producción social y sus modelos socioeconómicos y civilizatorios.
Siempre debemos tener claro que este espacio común va a generar tensiones dentro de la misma estatalidad, es decir, pugnas entre las fuerzas que quieren conservar el orden existente y las que quieren transformarlo; por lo tanto, debemos actuar con realismo, teniendo en cuenta que la expansión del horizonte de cambio depende de dicha tensión institucional y esto nunca debe significar que esa tensión lleve a la ruptura de los lazos sociales existentes, sino que más bien funcione como ensanchamiento de las bases sociales y como eje dinamizador de las fuerzas de transformación del campo popular (García Linera, 2016).
3.4. Retos de conexión con las sensibilidades populares
El último reto de reactivación que traemos a debate es el de la conexión de las organizaciones del campo popular y las instituciones en transformación con respecto a las sensibilidades populares, lo cual es un tema que históricamente ha tensionado a los procesos de transformación en América Latina, el Caribe y el Sur Global, ya que siempre existe la amenaza de la elitización y burocratización de los procesos de cambio, lo cual significa un retroceso en la expansión de los límites de posibilidad de las transformaciones.
Dicha conexión se da a través de las mediaciones de lo sensible y del juego de los deseos y afectos del campo popular de acuerdo con las tradiciones, imaginarios y mitologías de las mayorías populares (Cadahia, 2017 y 2018). Está claro que esta es una dimensión contradictoria, que el campo popular está atravesado por pulsiones conservadoras y de transformación que están en pugna, y es precisamente por eso, que debemos adentrarnos en la disputa de lo popular en todos los ámbitos posibles para dinamizar los deseos de cambio, esto se juega desde las prácticas deportivas y culturales de masas, hasta las prácticas religiosas y espirituales que ejercen millones de personas en nuestra región, más aún en un momento donde los fundamentalismos y dogmatismos extreman y avanzan en su arremetida política (Lledín y Portillo, 2019).
Es ahí que se encuentra la clave para la sostenibilidad y radicalidad de los procesos de cambio, en que la irrupción de lo plebeyo –lo sucio e indeseable para las élites y clases dominantes– recorra y atraviese las calles y alamedas, los pasillos y escritorios, así como los cuerpos y ambientes en todos los espacios y prácticas sociales, a través de la construcción de la figura de lo nacional-popular.
4. Ensamblaje y potencia
Estamos cruzando un momento republicano en medio de una crisis civilizatoria agudizada y el argumento que hemos desarrollado en estas notas es que, frente a esto resulta necesario articular la lógica del republicanismo en clave plebeya o socialista, ensamblándola con la lógica de lo nacional-popular, por lo que hemos presentado algunas reflexiones teóricas de problemas político-prácticos sobre el vínculo entre experiencias de gobiernos nacionales, políticas estatales y mayorías populares (Starcenbaum, 2017).
Cuando hablamos de ensamblar ambas lógicas, hacemos referencia a un proceso en donde distintos elementos se vinculan para formar y producir nuevas realidades sociomateriales (humanas y no humanas), combinando estabilidad y cambio de manera contingente, parcial y en constante transformación, con el objetivo de hacer posible lo imposible (Žižek, 2018b).
En este caso, el ensamblaje nos permite encontrar las relaciones entre ambas lógicas y figuras políticas, identificando su potencial de producción de lo nuevo: una nueva lógica pública solidaria que mejore las condiciones de vida de las grandes mayorías y que potencie la generación de nuevas formas de convivencia y (re)producción social y ambiental.
La dinámica de ensamblaje propuesta debe hacerse cargo de crear nuevos lazos sociales para articular la heterogeneidad de los abigarrados campos populares de América Latina y el Caribe, y del Sur Global en general, potenciando procesos de transformación y de flujos continuos de deseos de cambio, proyectando horizontes políticos donde las grandes mayorías encuentren lugar en lo nacional, lo regional y lo global, al poder decidir sus destinos y construir sus propias historias.
Notas
- Los trabajos teóricos sobre el republicanismo plebeyo, concepción que luego en términos modernos da paso al republicanismo socialista, se pueden rastrear a partir de la obra de Nicolás Maquiavelo producida entre el siglo XV y XVI. Para revisar esta tradición se debe acudir indiscutiblemente a los trabajos de Antoni Domènech, especialmente al libro El eclipse de la fraternidad: una revisión republicana de la tradición socialista (2019). En cuanto a las discusiones actuales vale la pena revisar lo producido por la Red crítica: populismo, republicanismo y crisis global en donde destacan investigadoras e investigadores como Luciana Cadahia, Valeria Coronel, Julio César Guanche, Germán Cano, Soledad Stoessel, entre otres; así como los libros A contracorriente: materiales para una teoría renovada del populismo (2018) editado por Luciana Cadahia, Valeria Coronel y Franklin R. Gallegos, y Populismo versus republicanismo: genealogía, historia, crítica (2018) editado por José Luis Villacañas Berlanga y César Ruiz Sanjuán, los cuales reúnen los principales textos actuales sobre el tema.
- La producción teórica sobre la conjunción entre los marxismos y lo nacional-popular en América Latina y el Caribe tiene como punto de partida la obra de José Carlos Mariátegui, creada durante la primera mitad del siglo XX, tradición que luego se extiende a través de investigadores-militantes como René Zavaleta Mercado y Carlos Pereyra durante la segunda mitad de dicho siglo o Álvaro García Linera desde la segunda mitad hasta el presente. Para profundizar en los debates actuales sobre el tema se puede revisar lo producido por el Grupo de Trabajo Herencias y perspectivas del marxismo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), en donde destaca un equipo de investigación compuesto por Jaime Ortega, Marcelo Starcenbaum, Martín Cortés, Víctor Hugo Pacheco, Bruno Bosteels, entre otres; también se puede ver el dossier ”Lo nacional popular y el marxismo latinoamericano” (2018) editado por Marcelo Starcenbaum, así como el libro 7 ensayos sobre socialismo y nación (incursiones mariateguianas) (2018) compilado por Diego Giller.
- Esta capacidad que en varios países se había ganado gracias a distintos regímenes de bienestar, hoy se encuentra gravemente amenazada debido a varias décadas de embates neoliberales de tercerización, publicitación, concesión y privatización que han destruido y debilitado a la estatalidad y las instituciones públicas de toda la región. Estos procesos se han dado por distintas vías y con diferentes grados de profundización según cada caso nacional.
- Esto se puede pensar de la misma forma cuando hablamos de temas ambientales, energéticos, u otros que impliquen pensar en formas de configuración política a gran escala y de amplio alcance (Žižek, 2018a).
- La disputa por el momento republicano queda aún más clara cuando las fuerzas neofascistas promueven políticas de retorno a las formaciones de los estado-naciones, en oposición al cosmopolitismo y acompañadas por construcciones de enemigos públicos (poblaciones migrantes y populares). Para profundizar en este tema se recomienda ver el trabajo de Bray (2017) y Paxton (2019).
- Para el estudio de las políticas sociales se recomienda la producción académica de la Red Latinoamericana de Análisis de la Política Social, donde destacan investigadores e investigadoras como Juliana Martínez Franzoni, Diego Sánchez-Ancochea y Rossana Castiglioni, entre otres. Especialmente se puede consultar el libro La búsqueda de una política social universal en el Sur: actores, ideas y arquitecturas (2019) de Juliana Martínez Franzoni y Diego Sánchez-Ancochea.
- Sin ánimos de exhaustividad podemos situar en estas experiencias la Revolución Haitiana a finales del siglo XVIII; la Revolución Mexicana, Rusa, China, Cubana, Argelina y Vietnamita, además de los gobiernos nacionalistas revolucionarios en Bolivia, Guatemala y Argentina, así como el gobierno de la Unidad Popular en Chile, todas estas durante el siglo XX; y recientemente la Revolución Bolivariana y los procesos y gobiernos de cambio en Bolivia y Argentina durante el siglo XXI.
Bibliografía
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* Este texto es de carácter de opinión, responsabilidad de cada autor/a.